Ariadna es la hija del rey Minos y Pasifae de Creta. Según la leyenda, Atenas debía enviar un tributo al rey Minos de Creta, que consistía en el sacrificio de siete doncellas y siete jóvenes, que serían devorados por el monstruo Minotauro, que el rey mantenía encerrado.
Teseo, el hijo de Egeo, el rey de Atenas, se presentó voluntariamente en el tercer envío, para que su padre le permitiera ser parte de la ofrenda y lo dejara acompañar a las víctimas para poder enfrentarse al Minotauro. Las personas ofrendadas viajaban a Creta en barcos con velas negras como señal de luto, pero el rey Egeo pidió a Teseo que si regresaba vencedor, las cambiara por velas blancas, para que supiera, aun antes de que llegase a puerto, que estaba vivo. Teseo se lo juró.
Al llegar a Creta, la princesa Ariadna se enamoró de él, por lo que propuso a Teseo ayudarlo a derrotar al monstruo Minotauro a cambio de que se la llevara con él de vuelta a Atenas y la hiciera su esposa. Teseo aceptó.
Ariadna, cumpliendo su promesa, ayudó a Teseo dándole un ovillo de hilo, para que éste ate uno de sus extremos a la entrada del laberinto, y así desenrollarlo a medida que iba adentrándose por el laberinto.
Luego de unos instantes, Teseo encontró al Minotauro y, después de un intensa batalla, el monstruo cayó muerto. A continución, recogió el hilo y comenzó a volver por donde había recorrido, siendo el ovillo una guía para que pudiese salir y regresar a Atenas con Ariadna y el resto de los atenienses.
Durante el regreso, Teseo ordenó al barco desembarcar en una isla llamada Naxos debido a una fuerte tormenta. A la mañana siguiente, Teseo despertó a los atenienses y los mandó a subirse al barco, sin el conocimiento de Ariadna, que estaba dormida. Cuando ella despertó, se sintió traicionada por quien estaba enamorada y maldijo a Teseo, provocando que la tormenta se hiciese más fuerte y dificulte el regreso a Atenas.
Teseo, ya habiendo cambiado las velas negras como dijo su padre, tuvo que colocarlas de nuevo, pues las blancas se habían mojado y estropeado. Entonces, su padre, desde Atenas, observó que las velas eran negras, por lo que creyó que su hijo no había sobrevivido y se arrojó al mar, llamado desde ese entonces "el mar Egeo".
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Que gran historia, me conmueve
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